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De finales que no llegan


17 de Noviembre:
¿Qué hacer cuando el Mar te pide un final?

Y ahora estoy aquí, solo, con un lápiz viejo en la mano y un cuaderno nuevo ante mí. Las líneas entrecruzadas me miran con insolencia, como retándome a profanar una nueva página de este cuaderno que se ha convertido con el tiempo en algo odiado y amado a la vez. Despacio, con una lentitud que hasta a mí mismo me desespera, voy pasando las hojas casi inmaculadas, rotas únicamente por treinta y ocho líneas verticales y cincuenta y cinco horizontales, que son al mismo tiempo agonía y bendición. "Una última pieza", me digo, "sólo una".

Mi cabeza vacía intenta infructuosamente buscar el término adecuado, tarea harto
difícil teniendo en cuenta que estoy robándole horas al sueño y energía a esta
bombilla, que se enciende sobre mí para darme la única buena idea que tendré
esta noche: la de irme a dormir.
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